Cerré el trato con Don Paco Vega. Al bajar hacia mi casa de Pumarín me vino un cierto desasosigo. Debería estar contento con lo conseguido pero ¿ realmente era yo un detective privado? Había tenido cojones de lanzar el proyecto y luego grandes dosis de buena suerte.Estaba en el punto,sí es verdad, en el momento clave, pero en mi interior sabía que yo era un vulgar aprendiz de abogado con ganas de mandarlo todo a tomar pol culo.
Lo de detective había sido una ensoñación, quizás una jugarreta de mi cerebro que pedía auxilio insistentemente para escaparse de la rutina y de un futuro más que gris.
¿Cómo resolvería este asunto?¿Por dónde empezaría? Esto no era ninguna serie ni ninguna película de sobremesa, era la puta vida real. Las cosas no funcionan como en la televisión.
Mi situación era rídicula, ni siquiera tenía pistola.
Para darme moral tenía que conseguir úrgentemente una. Con un revolver en la mano igual sería capaz de afrontar el encargo-pensé-me daría la fuerza y la determinación necesaria.
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