(Opinando en el 6 de diciembre)
Me levanté un poco tarde,
comí, como siempre delante del televisor
y en esta fiesta de la democracia,
a los políticos se les llenaba la boca:
Aznar clamaba por el estado de derecho,
recordaba el espíritu de Ermua;
Trillo pedía como Blas de Otero
(aunque más demagógico, eso sí)
la paz y la palabra,
y un tal Rubalcaba reivindicaba
términos tan poco manidos
como tolerancia, consenso
y respeto a la pluralidad...
(¡Vamos, que sólo nos faltó su majestad
y el discurso de Navidad¡)
Y yo, qué quiere que les diga,
que después de todo esto
y la crisis del Madrid
no pude más que echar una cagada,
quizás democrática también:
ni mucha ni poca,
ni dura ni blanda,
eso sí,
muy, pero que muy apestosa.