Para mí también fue un mito. El mejor jugador de fútbol, el ídolo de la infancia y la adolescencia. Lo puede ver en directo en el viejo Tartiere. Había creado mucha expectación. Lo recuerdo algo gordito y que no pudo hacer gran cosa, también debido al gran marcaje de Luis Manuel.
Origen humilde, los tres reyes magos le trajeron balón, camiseta y botas. Se coronó deidad en aquel Mundial de México 86, representando la voz de un pueblo argentino herido por la Guerra de las Malvinas. La mano y el dribling fueron su milagro. Fue crucificado, como Jesucristo García, a base de cocaína en Nápoles y resucitó de nuevo en Boca.