EL SUEÑO
Hacía casi
un año que no soñaba con aquel niño. Creía tenerlo ya superado,
pero esta noche su imagen volvió a mi cerebro. Siempre se repite el
mismo sueño.
El niño
sale de la tierra donde estaba sepultado, con una tez azulada y unos
ojos rojos devastadores. Yo estoy inmóvil en un descampado,
presenciando la escena e incapaz de moverme. A continuación aparezco
en el baño de casa y empiezo a escupir sangre por la boca y mis
dientes se caen al suelo. Detrás de mí aparece el niño, pero ya no
es él, si no un viejo centenario que ulula con los ojos en blanco.
Me despierto
siempre sudoroso, con el pulso acelerado. Al mirar el reloj, son las
03:33 AM. Un respingo de miedo y terror, me recorre el cuerpo y tarda
varias horas en pasarme. Esta noche fui a ver a mis dos hijos, a
comprobar que dormían plácidamente. Mi mujer, aunque me escuchó
levantarme y agitarme en la cama, se volvió a quedar dormida al poco
rato. Tengo que tomar una pastilla para tranquilizarme. Hasta que me
hace efecto vuelven las imágenes del sueño. El niño, un bebé
prácticamente, saliendo de la tierra, como en la noche de los
muertos vivientes, con costras y la piel casi descompuesta y los ojos
rojos mirándome; y luego toda esa cantidad de sangre viscosa, casi
negra, brotando por mi boca y mis dientes cayendo al suelo. Y la
figura espeluznante del viejo con los ojos blancos. Esas imágenes
son la que rondan por mi cabeza, hasta que gracias al efecto
somnífero de la pastilla, consigo quedarme dormido.
Por la
mañana, a las 7:00AM, suena el despertador. Afortunadamente mi mujer
no tiene que madrugar. Con nuestro sueldo nos da para vivir muy bien.
Soy un ganador. Todo lo que me he propuesto en la vida lo conseguí.
Fui el jugador de baloncesto más destacado de la Universidad, el más
popular, gracias a mi tiro exterior y mis penetraciones a canasta. Me
ligué siempre a las chicas más guapas y los estudios los saqué con
nota, a pesar de mis juergas, después de los partidos. Luego entré
en política, siendo asesor del concejal de urbanismo, durante la
burbuja inmobiliaria. Hice un buen dinero gracias a comisiones de
obras y recalificaciones de terreno. Después, cuando todo se vino al
traste y perdimos la alcaldía, me recoloqué como director de zona
de uno de los bancos más importantes del país.
Me visto con
el traje y desayuno rápidamente. Voy a despedirme de mis dos
preciosos hijos a la habitación. Abro la puerta a la asistenta que
se encargará de la casa y de llevarlos al colegio. Hoy mi mujer
tendrá sesión de fotos para una marca de ropa femenina, así que le
interesa descansar lo más posible. Me acerco a la habitación. Y la
vuelvo a ver con la ropa interior, de la marca que la patrocina. Le
lanzo un beso, aunque no se entera, recordando el magnífico polvo de
la noche anterior al sueño, en el que conseguí que tuviera varios
orgasmos, antes de correrme yo.
Salgo de
nuestro chalet con piscina, a las afueras de la ciudad y me dirijo
con el Mercedes al centro, donde está la sede del banco para el que
trabajo. Saludo a mis compañeras y a mi secretaria. Me hago una
raya. Hoy tengo que firmar la orden para unos cuantos desahucios. Lo
hago sin escrúpulos. Es mi obligación y además no es culpa del
banco, si no de los propietarios que no han tenido la responsabilidad
suficiente para afrontar sus deudas.
A media
mañana me vuelve otra vez la imagen del bebé saliendo de la tierra.
Realmente, no he sido así siempre. Yo nací perdedor. Con 16 años
era el típico chaval pringado y pajero de instituto, de padres
pobres y separados, sin futuro. Mi hermano y yo vivíamos con mi
madre que bastante hacía por tratar de sacarnos adelante, trabajando
cuando podía de limpiadora. No me comía ni una rosca y aunque
jugaba al baloncesto, no destacaba nada. A duras penas conseguía
pasar de curso sin repetir.
Fue en el
instituto cuando conocí a Carlos Casas, se hacía llamar
"charlimanson" e iba con una panda de jevis frikis. Me hice
amigo de él y me integré en su pandilla. Empecé a frecuentar las
salas de juegos y bares, ir a conciertos, fumar porros y beber
litronas.
Un día
consiguió unos tripis y tuvimos nuestro primer viaje. En ese viaje
fue cuando Charli vio al Demonio. Le dijo que si seguíamos todos sus
pasos nos haría unos hombres y mujeres de provecho, no esa panda de
frikis piojosos jevis que éramos. El primer paso era seguir tomando
tripis. Así nos lo hizo saber, y como nos había gustado tanto aquel
primer viaje, decidimos hacerle caso.
En la
siguientes experiencias ya todos logramos ver al demonio y tener un
viaje extracorpóreo donde visitamos el Infierno. Contrariamente a lo
que nos habían enseñado de pequeños, estaba de puta madre. Lo vio
bien El Bosco con su "Jardín de las delicias". Había
orgías continuas, drogas, alcohol y sonaba una música extraña que
te dejaba extasiado. Era mejor que escuchar a Iron Maiden y Manowar
juntos.
Seguimos
poniéndonos finos durante un tiempo, hasta que "charlimanson"
nos propuso realizar la prueba definitiva para que nuestras vidas
empezasen a cambiar. Nos la dijo uno a uno al oído y todos quedamos
estupefactos por lo que nos planteaba.
Estuvimos un
tiempo meditando si hacerle caso, pero un día de colocazo, en plena
euforia decidimos llevar a cabo el plan que Carlos Casas había
tramado y estudiado a la perfección.
Fue
terrible. Algo abominable y espantoso.
Después de
perpetrar aquello decidí alejarme de la pandilla. Estaba en COU y
pronto empezaría a la Universidad. Fue cuando, como predijo Charly,
mi vida comenzó a cambiar. Mi fuerza y habilidad en el baloncesto
aumentó espectacularmente. Dejé de ser aquel chico tímido y
retraído para convertirme en un hombre popular con el que todo el
mundo se lo pasaba bien y quería estar. Mi rendimiento en los
estudios experimentó también una notable mejoría, sacando la
selectividad sin problema y con buena nota. Esta transformación tuvo
su continuidad en la Universidad y después siguió, hasta llegar a
lo que soy ahora.
Paralelamente
al éxito en mi vida, se desarrolló un miedo atroz. Sabía que lo
que me había ocurrido no era normal. El respeto y el miedo hacia las
fuerzas ocultas fue una constante en mi vida que nunca me abandonó.
Sabía que algo no cuadraba y temía que me sucediese algo tarde o
temprano. Mi sitio no era ese.
Una vez
firmado los desahucios, me puse a revisar los impagos bancarios. Esta
semana once nuevos morosos no pagaron la hipoteca y varias empresas
no habían abonado parte de su crédito. Además tuve que llamar a
varias oficinas que estaban incumpliendo los objetivos de ventas. Si
no espabilaban plantearía un ERE o una reorganización de personal.
Tras
concluir la jornada laboral regresé de nuevo a casa. Hice unas
cuantas tareas hogareñas y estuve jugando con mis hijos hasta la
hora de dormir. Mi mujer me enseñó las fotos que le habían hecho
para la marca de moda. Eran unas fotos muy eróticas. Hicimos el amor
en el baño. Ella subida en la amplia repisa del lavabo y yo
haciéndole sexo oral. Estuvo muy bien. Luego nos fuimos a dormir.
En la cama
estuve de nuevo intranquilo. La imagen del niño me volvió a la
cabeza. Esta vez no era la del sueño, si no la real. Recordé como
robamos aquel bebé a aquellos rumanos y como "charlimanson"
preparó el ritual de sacrificio. Nos fuimos a una casa abandonada en
un descampado y tras encender varias velas negras alrededor del niño
lo colgamos de una cuerda hasta ahorcarlo. Después recuerdo como
cogí aquel cuchillo para abrirlo en canal. Era pequeño, pero de su
cuerpo salió una cantidad enorme de sangre, sus intestinos quedaron
desparramados por el suelo. Posteriormente me había dirigido con el
cuchillo hasta el pecho para sacarle el corazón. Uno a uno nos
fuimos comiendo a trozos aquel pequeño corazón. A continuación lo
decapitamos y desmembramos, enterrándolo en el descampado.
Fue algo
inhumano, esas imágenes me acompañaron durante toda mi vida al
igual que los sueños recurrentes y el miedo a algo irracional. A
llevar el peso de una muerte bajo mis espaldas, y al esoterismo.
La policía
apenas investigó nada de aquel crimen. Al ser de origen rumano lo
achacaron a un ajuste de cuentas entre mafias y archivaron el caso.
El cadáver nunca fue encontrado.
Me fui
quedando dormido hasta que, como era habitual, volví a soñar con
aquella pestilencia. A las 3:33AM me desperté. Notaba la cabeza
extraña, casi no podía recordar nada, estaba desorientado, no
reconocía mi habitación y me costaba enormemente pensar. Intenté
levantarme en un primer instante, pero no pude. Con mucho esfuerzo y
tras varios intentos logré finalmente ponerme en pie. Apoyado en la
pared de la habitación avancé muy lentamente hasta el baño, mis
músculos apenas tenían fuerza. Al encender la luz y verme en el
espejo quedé estupefacto. Era la imagen de aquel viejo casi
centenario.
Lo comprendí
todo por un instante antes de caerme al suelo. Aquel sacrificio,
aquel pacto, tenía su contrapartida y era hora de pagar por ello.
David S.
Suarón. Relato perteneciente al libro "Miedos"(Alternativas, 2019)