Otro San Motea más. Desde hace años uno esperaba con ilusión las Fiestas de San Mateo para celebrar el final del verano. Antes eran la previa al curso académico y había que aprovecharlas al máximo. Siempre con mucha nocturnidad y alevosía.
Ahora ya uno las coge desganado, con cierta apatía otoñal. Y no por el paso del tiempo. Ni el formato ni la programación motivan. Salir hay que salir, porque, ante todo, la ciudadanía tiene el derecho a disfrutar de sus fiestas, y no nos aguantamos en casa. Pero sin los conciertos en la Catedral y los clásicos chiringuitos me siguen pareciendo unas fiestas impostadas. Un mero terraceo en los restaurantes y bares habituales. Es una vuelta a un pasado rancio y sesentero con olor a colonia Brummel.
La gente quiere espectáculos gratuitos. A poco que les des responde, como muestran los escenarios de la Plaza del Paragües o Feijoo. El de la calle Uría me pareció una chapuza. Implica unos considerables trastornos del tráfico y enseguida se colapsa, con lo que solo te queda verlo por la pantalla. Y la Plaza Feijoo presenta unos problemas de seguridad mayores que la Catedral.
Por mucho que quieran disfrazarlo no atrae a gente de afuera y a los ovetenses no nos convence. Es, en definitiva, otra oportunidad perdida.