Me fuí hasta el despacho lastimoso por no haber resuelto nada. Realmente era algo absurdo tratar de conseguir el arma allí en medio de la Plaza del Sol y en pleno mediodía. Entré en mi casa provisional y me abrí un arroz tres delicias precocinado, al calentarlo me puse uno de los discos que había comprado al "negro", el último de Melendi.
Mientras comía el arroz y bebía un par de Kronens se me ocurrió una idea descabellada, funesta. Iba a esperar a Fernando a la salida de uno de los turnos de guardia y con un bate de beisbol que tenía le daría un golpe para quitarle el arma. Dejaría unos cuantos discos top manta por el suelo. La policía y la prensa enseguida acusarían a los pobres africanos. No contribuiría a la mejora del mundo, al contrario, pero estaba intentando salvarme yo del naufragio, una actitud horriblemente egoista pero si ayudaba a Paco Vega a montar la clínica se convertiría como dicen los yanquis en un efecto colateral de nada.
Sabía que una vez al mes tenía que quedarse el fin de semana por la noche a currar. Cuando volviese ejecutaría el plan. Lo llamaría "Actuación secundaria A1".
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