No sabía aplaudir, lo hacía mal. Es una mala herencia como tantas otras de mi infancia. Siempre quise saber silbar y aplaudir como los demás. La técnica de aplauso que empleé todos estos años no era la correcta. Mi batir de palmas se asemejaba al de un cantaor flamenco con las manos giradas unos 45º . Estéticamente no era mala pero apenas hacía ruido.
Hace unos meses, quizás como en aquel chiste de los subnormales o discapacitados descubrí otra técnica que imprime más decibelios: con las manos rectas, ligeramente ahuecadas y una más adelantada que otra.
En casa me pongo aplaudir a veces para recrearme en mi nueva técnica. Poco a poco lo voy consiguiendo.
Ahora me tocará aprender a silbar.
3 comentarios:
joer, pos yo soy un virtuoso de las pedorretas con el sobaco, cuando queráis os doy clases, la primera cuota os la dejo gratis, jejeje.
Bueno se masca el concierto ¿no?
Aplaudir es uno de los grandes dilemas de mi existencia. Qué alivio un post tan empático.Gracias.
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