Cyril Tourneur nació de la unión de un dios desconocido con una prostituta. La prueba de su origen divino se encuentra en el ateísmo heroico en el cual sucumbió. Su madre le transmitió el instinto de la revolución y de la lujuria, el miedo a la muerte, el estremecimiento de la voluptuosidad y el odio a los reyes; de su padre tuvo el amor por coronarse, el orgullo de reinar y la alegría de crear; los dos le dieron el gusto por la noche, por la luz roja y la sangre.
La fecha de su nacimiento se ignora; pero apareció un negro día de un año de peste.
Ninguna protección celeste veló por la muchacha de la vida a la que preñó un dios, pues su cuerpo fue maculado por la peste pocos días antes de parir y la puerta de su pequeña casa fue señalada con la cruz roja.
Cyril Tourneur vino al mundo al son de la campana del enterrador de los muertos; y así como su padre había desaparecido en el cielo común de los dioses, una carreta verde arrastró a su madre a la fosa común de los hombres. Se cuenta que las tinieblas eran tan profundas que el enterrador debió alumbrar la abertura de la casa apestada con una antorcha de resina; otro cronista asegura que la niebla en el Támesis (que bañaba el pie de la casa) fue atravesada por una raya escarlata y que de las fauces de la campana de llamada se escapó la voz de los cinocéfalos(...)
Texto de Marcel Schwob.
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