Alguien, cuando pase el tiempo
y encuentre mi calavera,
el tiro que no me he dado
buscará en la sien entera.
Y en las cuencas de mis ojos
querrá adivinar tal vez
lo que vi...
cuando veía
y que yo nunca miré.
A ese piadoso erudito
que busque el paso borrado
-¡un débil paso terreno!-
de la vida de un cansado
de sí mismo, quiero dar
esta confesión tardía
resuelta en un epitafio
pues que puedo todavía:
Vino, venció. Fue vencido
en lo que quiso vencer.
Escribió, y en el tintero
dejó
lo que quiso hacer
por hacer lo que quisieron:
Y se fue.
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