Esta luz mortecina que tanta vida imprime sobre el ocaso de las cosas. Estos campos que veo, desolados y solos, al margen de los ríos de noviembre. Estas nubes tranquilas, más quietas y más mansas, al fondo del crepúsculo. Este seco silencio de las hojas caídas de los árboles. Esas casas que humean donde empieza y termina la distancia. Esos bosques cansados, esos pastos heridos de ocre puro y vacío son el otoño. Si recuerdo el otoño y sus curvas heladas, retorno a las inmediaciones del frío.
Esta higuera que está desparramada y vieja sobre el pozo. Estos laureles fieles que rodean la casa abandonada. Estos cubos con matas de perejil y lirios. Esta hilera de calas y crisantemos. Estos caminos que nadie transita y van posiblemente a ningún sitio. Estos castaños huecos que quitaban el hambre. Estas horas tan lentas, encaladas y mudas, como de cementerio. Esta silueta humana que cruza los umbrales de la tarde. Esos hombres que esparcen letanías de abono por los prados. Estas baldías llanuras donde se amontonaban edades de narvaso. Estas fincas estériles sin futuro ninguno? Son el otoño.
Estos huertos caducos con berzas espigadas. Esas coladas donde airean las sábanas del tiempo. Esa agave que crece y enraíza y subsiste tirado en la cuneta. Esta tela de araña con restos de una avispa y granos de rocío. Este vaho de los vidrios en que un niño dibuja las primeras vocales. Estos puestos que venden cartuchos de castañas y olor antiguo. Estos bebés que viajan con gorro y sin pasado. Estas calles tan llenas de rostros contrariados. Esos robles desnudos como inmensos espíritus en pena. Estos parques sin jóvenes y sin amor a ocultas. Este eco lejano con el eco lejano de otros días. Esta decrepitud y este claror que bulle sangre adentro? Son el otoño.
Estas gaviotas frágiles que puntean la arena. Esta desierta playa sin rastro de nosotros. Estas algas que pudren como olvidos de mar. Estas olas quebradas que cumplen su rutina. Estas rocas que nunca han cambiado de suelo. Esta bruma que resta existencia al paisaje. Esta lancha que viene, ajena y tarda, como desde la muerte. Estos acantilados por los que aún descienden ágiles pescadores. Esta poza apartada con papeles y restos del verano. Este fragor que llega con chispas de salitre. Este faro orientado hacia la despedida. Este sordo aislamiento de todo lo que observo? Son el otoño.
Esta atmósfera triste que me filtra en la carne. Estos cuervos que graznan entre los eucaliptos. Esta naturaleza detenida y dorada. Esta luna tan llena dominando la noche. Estas estrellas inaccesibles estrellas como nombres remotos. Este vano que siento entre el alma y la voz. Este dolor que llevo desde siempre hasta octubre. Esos perros que ladran y atisbo que estoy vivo. Esta realidad que no es más que un continuo destello a tanta sombra. Estas bayas que arrugan como años que no sirven. Estas moras que invernan en las zarzas. Estos nidos de pega al descubierto. Esta lluvia que cae como melancolía? Son el otoño.
Este rumor que escucho como si los difuntos, incómodos, cambiaran su postura. Este instante tan hondo de aire cálido y nada. Estos cables plagados de estorninos. Estas campanas con su anacronía. Esta paz que respiro aunque quiebre enseguida. Este humo que despide la vejez de la tierra. Estas aves que huyen sabiendo que hay regreso. Esta brisa que roza levemente un helecho. Este arroyo que baja con dos hilos de agua. Estos claros del cielo por los que se adivina la breve eternidad? Son el otoño, indicios del otoño, de esta estación tan «muertamente» viva.
Por favor, que el anónimo que escribe esa maravilla, me diga quien es su autor, si es de Dylan, ¿cual es? Esa letra es para "cuadrarse" delante y hacer una reverencia.
Que bueno que David se adentre en la buena música descubriéndola y disfrutándola.
Enero. Sus últimas estancias. El sol está más alto. Alguna lagartija asoma entre los setos. Brotan ya los narcisos con la misma pasión que un día sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco un poco y siento -qué contradicción dulce- que envejezco.
Enero. Los últimos turrones. Ya quitan la iluminación navideña. Ni cuesta ni llanura, la indiferencia de los días. Un calor anormal, ¿será el cambio climático?
Respiro, me inspiro. Otro año por delante en continua contradicción. ¡Cómo pasa el tiempo!
Enero. Sus últimas estancias. El sol está más alto. Alguna lagartija asoma entre los setos. Brotan ya los narcisos con la misma pasión que un día sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco un poco y siento -qué contradicción dulce- que envejezco.
10 comentarios:
¡Qué crack esti Dylan!
Esta luz mortecina que tanta vida imprime sobre el ocaso de las cosas. Estos campos que veo, desolados y solos, al margen de los ríos de noviembre. Estas nubes tranquilas, más quietas y más mansas, al fondo del crepúsculo. Este seco silencio de las hojas caídas de los árboles. Esas casas que humean donde empieza y termina la distancia. Esos bosques cansados, esos pastos heridos de ocre puro y vacío son el otoño. Si recuerdo el otoño y sus curvas heladas, retorno a las inmediaciones del frío.
Esta higuera que está desparramada y vieja sobre el pozo. Estos laureles fieles que rodean la casa abandonada. Estos cubos con matas de perejil y lirios. Esta hilera de calas y crisantemos. Estos caminos que nadie transita y van posiblemente a ningún sitio. Estos castaños huecos que quitaban el hambre. Estas horas tan lentas, encaladas y mudas, como de cementerio. Esta silueta humana que cruza los umbrales de la tarde. Esos hombres que esparcen letanías de abono por los prados. Estas baldías llanuras donde se amontonaban edades de narvaso. Estas fincas estériles sin futuro ninguno? Son el otoño.
Estos huertos caducos con berzas espigadas. Esas coladas donde airean las sábanas del tiempo. Esa agave que crece y enraíza y subsiste tirado en la cuneta. Esta tela de araña con restos de una avispa y granos de rocío. Este vaho de los vidrios en que un niño dibuja las primeras vocales. Estos puestos que venden cartuchos de castañas y olor antiguo. Estos bebés que viajan con gorro y sin pasado. Estas calles tan llenas de rostros contrariados. Esos robles desnudos como inmensos espíritus en pena. Estos parques sin jóvenes y sin amor a ocultas. Este eco lejano con el eco lejano de otros días. Esta decrepitud y este claror que bulle sangre adentro? Son el otoño.
Estas gaviotas frágiles que puntean la arena. Esta desierta playa sin rastro de nosotros. Estas algas que pudren como olvidos de mar. Estas olas quebradas que cumplen su rutina. Estas rocas que nunca han cambiado de suelo. Esta bruma que resta existencia al paisaje. Esta lancha que viene, ajena y tarda, como desde la muerte. Estos acantilados por los que aún descienden ágiles pescadores. Esta poza apartada con papeles y restos del verano. Este fragor que llega con chispas de salitre. Este faro orientado hacia la despedida. Este sordo aislamiento de todo lo que observo? Son el otoño.
Esta atmósfera triste que me filtra en la carne. Estos cuervos que graznan entre los eucaliptos. Esta naturaleza detenida y dorada. Esta luna tan llena dominando la noche. Estas estrellas inaccesibles estrellas como nombres remotos. Este vano que siento entre el alma y la voz. Este dolor que llevo desde siempre hasta octubre. Esos perros que ladran y atisbo que estoy vivo. Esta realidad que no es más que un continuo destello a tanta sombra. Estas bayas que arrugan como años que no sirven. Estas moras que invernan en las zarzas. Estos nidos de pega al descubierto. Esta lluvia que cae como melancolía? Son el otoño.
Este rumor que escucho como si los difuntos, incómodos, cambiaran su postura. Este instante tan hondo de aire cálido y nada. Estos cables plagados de estorninos. Estas campanas con su anacronía. Esta paz que respiro aunque quiebre enseguida. Este humo que despide la vejez de la tierra. Estas aves que huyen sabiendo que hay regreso. Esta brisa que roza levemente un helecho. Este arroyo que baja con dos hilos de agua. Estos claros del cielo por los que se adivina la breve eternidad? Son el otoño, indicios del otoño, de esta estación tan «muertamente» viva.
Por favor, que el anónimo que escribe esa maravilla, me diga quien es su autor, si es de Dylan, ¿cual es? Esa letra es para "cuadrarse" delante y hacer una reverencia.
Que bueno que David se adentre en la buena música descubriéndola y disfrutándola.
Crack Dylan, pero no no lo descubro aunque internet facilita ver detalles que antes eran imposibles...
Bello sueño otoñal
Cierto, bello sueño otoñal, de Aurelio González Ovies. Veo que os gusta la buena literatura.
sueño zzzzzzz agradable
Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.
Enero. Los últimos
turrones. Ya quitan
la iluminación navideña.
Ni cuesta ni llanura,
la indiferencia de los días.
Un calor anormal,
¿será el cambio climático?
Respiro, me inspiro.
Otro año por delante
en continua contradicción.
¡Cómo pasa el tiempo!
David Súarez, Suarón
y merez subvención.
Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.
ESCENA DE CASA
Y es que aunque nada puede
detenerse,
he sido tan feliz que es suficiente. Bajo
la tarde, aquí, recuerdo
ahora
la vida transcurriendo
como fruta brillante. Las fieles golondrinas
girando hasta la cuadra y el olor
de la hierba.
-Mi madre era tan joven...-
Existió todo en mí. El cariño y la infancia
como un pan abundante,
los rayos del verano entrando
hasta la siesta. El nombre los pájaros,
su canto. Las luciérnagas,
su silencio encendido sobre las noches
largas.
Ha sido tan verdad que ya es bastante.
Más allá, los postes de la luz,
los maizales,
y el mundo se acababa.
ACCIÓN DE GRACIAS
Me ha costado mis años
llegar a escribir
soy
siento.
Estoy aquí y percibo
la grandeza del día,
su dimensión azul,
mi transparencia.
Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron.
Se lo debo a la infancia
y a su fosforescencia.
Se lo debo a los árboles
que crecieron conmigo.
Y a los versos que un hombre,
pastor en Orihuela,
dejó sobre la vida,
llegaron a mis manos,
giraron en mis ojos,
filtraron en mi voz.
Y, corazón arriba,
reconocimos juntos
la belleza.
ÁREA DE PRIORIDADES
De nada vale decir
aquí estoy yo,
gobierno y mando,
si al pasar por Castilla
y ver el sol crujiendo tras
los olmos,
uno no sabe dar gracias a Machado.
De nada sirve
montar revoluciones, modernizar
las leyes,
si al entrar en Moguer y abrir sus muros
blancos,
uno no escucha, como un geranio púrpura,
la voz en los balcones de Juan Ramón
Jiménez.
Muy poco importa
marcharse tan de prisa a tantas partes
a todas a ninguna,
sin pararse una vez, y al coger nuevo
aliento y mirar el camino,
sentir sobre la piel: Palabras
para Julia.
Sin duda alguna,
España no va bien, como el resto
del mundo y el fondo de la vida.
Necesitamos agua, pan, un poco
de esperanza. Y poesía.
EL VENENO AGRIDULCE DE LA VIDA
Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.
Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.
DESHIELO
Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.
Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.
REPETICIÓN DE UN DÍA
Esta mañana -julio, sol, silencio-,
amargamente hermosa, la he vivido
hace tiempo. No sé dónde
ni cuándo.
Los gatos a la sombra del castaño,
espejismos de fuego en los caminos,
la vida inabarcable y el eco intermitente
de un tractor a lo lejos.
No sé dónde ni cuándo. O todo
era más hondo o yo no soy
el mismo.
(Inéditos en castellano)
ARGOS
Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.
Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.
Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta...
(De Poemas del Álbum amarillo)
USTED seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
al decir que en su cuarto caía una gotera
o que su pobre madre le hacía el bocadillo
siempre de natas con azúcar
-son cosas de la vida-.
Confieso que en mi casa el olor a humedad
era casi entrañable
y todos los domingos se comían garbanzos,
salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
los jerseys con coderas
o no tener un lápiz con enanito arriba.
Confieso que la ropa nos la daban los primos
que ahora son albañiles
y que nuestra familia se rompió por la herencia
de unos metros cuadrados de baldosas con taras
-son cosas de la vida-.
Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
tuve el chupete debajo de la almohada.
Confieso que los míos son personas sencillas:
usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
lavarse bien los dientes,
de una mujer que escribe con mala ortografía,
de unos hermanos fieles como la misma sangre
y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
a las húmedas manos de la melancolía.
Confieso que he nacido donde hubiera elegido
por encima de todo
cada vez que naciera.
(De La hora de las gaviotas)
YO también masticaba la cal de las paredes
en las tardes de agosto
y creía que sólo se moría en invierno
y no entendía por qué cada vuelta del mundo envejecía a mi madre
Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta
de la puerta
y hacía competiciones de gusanos.
El cielo me parecía una carpa gigante
y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron
como dos libertades.
Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro.
De pequeño, además, yo quería ser gitano
para tener un burro, entre otras muchas cosas,
y caminar descalzo.
Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos
y me gustó el latín no sé por qué motivo
y aquí estoy ensañando lo que a veces no entiendo.
¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,
¿cómo puedo explicar que para que haya historia
hubo que desde siempre ir matando o muriendo?
Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:
y me conformo y callo y voy tirando
y echo de menos mucho la araña de la grieta
y el olor de la cal me es como de familia.
Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,
y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.
(De La hora de las gaviotas)
ARQUITECTURA DE LAS RUINAS
Antigüedad
mujer hermosa
con ojos pompeyanos
que lleva cestos
de sombra
hasta las viñas
Mar
que se mira
en un espejo
y se serena
antes de que
la vean
amanecer las naves
orgullosas
Mujer
lanceolada
con los pechos
en púrpura
que visita
los templos
y pestañean
las lámparas
de aceite
Cintura de la juventud
de la columnas
melancolía
de la flor de
la manzanilla
que te hace
aniversarios
en latín
al lado
de las losas
Mujer
vestida de ceniza
y rayo de luna
que en la noche
te han visto llorar
sobre un mosaico
Pasabas
levemente
los dedos
por la desvanecida
sonrisa
de los padres
queridos.
(De Nadie responde)
SUEÑO DE LA RAZÓN OSCURA
Qué más quisiera yo
que ver desde los montes
el animal del tiempo.
Ser el reverso de la sombra.
El huésped más agraz de las luciérnagas.
El viaje más fundible de los túneles.
El ritmo artesanal del corazón.
El invertebrado rojo de la llama.
Qué más quisiera yo
que ser el viejo perro del coraje
y asustar a la muerte
cuando viene a buscaros.
(De Nadie responde)
CASI siempre era en mayo. Cuando estaban aún
muy verdes las ciruelas
llegaba la estación de los gitanos.
Buscaban el abrigo y extendían sus trastos y sus lonas
donde sonaba el agua y asomaban los lirios.
Eran como el terreno, solitarios, nocturnos.
A ellos les gustaba buscar en la escombrera. Ellas
pedían patatas y gallinas.
La vida, desde allí, me olía como el humo.
Marcharon de repente. Fue un año de chubascos.
Dejaron zapatos y vasijas, vestidos y unas brasas.
La Estrella iba echada tosiendo en la carreta.
Pascasio, el burro gris, apenas se movía.
Y en un árbol atada, comida por las moscas,
quedó ladrando, hasta su fin, la Cáscara.
(De Nada)
Para Nori
ENTONCES la inocencia.
Entonces yo metía la soledad en botes
y bajaba rodando por los prados en cuesta
y disecaba insectos en cajas de cerillas
y entendía la muerte como el final de un cuento
y esperaba la lluvia con las botas de goma
y me hacía feliz estrenar las libretas.
Entonces me escapaba muchas tardes de casa
y me subía a los pinos y vendía las piñas
y nunca había visto de verdad girasoles
y me parecía lejos lo que estaba muy cerca.
Entonces me sabía entero el Catecismo
pero no me gustaba tener que entrar a misa
y estrenaba por Pascua sandalias y bombachos
y estrenaba en Difuntos pantalones de felpa.
Entonces ya admiraba qué libres son los pájaros
y no quería ir siempre por los mismos caminos.
Entonces no me daban respingo las noticias
ni asco los gusanos ni miedo las culebras
angustia ningún peso.
Entonces, la inocencia.
(De Nada)
NUNCA hice daño a nadie
-que yo sepa-;
ni me importó la vida
de los otros.
Si me pidieron algo abrí
los brazos.
Me equivoqué a menudo
y me equivoco.
Escuché. Puse llave
a dudas y secretos.
Deudas, alguna que otra,
la más grande conmigo.
No me conozco.
Muchas veces me dicen
que siempre estoy
rodeado
de gente..., sí,
y a veces
de tanta multitud
me encuentro más que
solo.
Fumo más de la cuenta
y entro y salgo,
saludo a muchas caras...
Amigos, lo que se llama
amigos,
tengo pocos.
Lloro cuando no puedo
resistir el dolor,
pero me suele hundir
cualquier mal trago
o un simple día de otoño.
Por lo demás
ya veis:
a la vida le pido
lo mismo, al fin
y al cabo, que
vosotros:
que me deje vivir,
pero mientras yo pueda
hacerme cargo.
Por lo demás,
ya saben:
lo que me gusta
ver
lo miro y a la cara.
A lo que no me va
cierro los ojos.
(De Nada)
UN vómito de sangre
mató a mi abuela;
estaba en la cocina, cardando
lana, y cayó como un pájaro.
Mi abuelo navegaba y cuando un día
arribó
se colgó de una viga.
Murió loco de pena, se comentaba.
Dicen los que lo vieron
aquellas tardes
que orinaba en las manos y se reía,
y se arrancaba el pelo y se reía,
y comía las hojas de la higuera.
Y que compró jilgueros y malvises
y gallinas y gallos
y que tapió las puertas y ventanas
y se encerró... y nada,
se colgó de la viga.
Mi abuela era muy joven;
dejó a mi madre
con cuatro años cumplidos
y a su hermano de seis,
Aurelio, como yo,
a quien, hacia los treinta,
le reventó la aorta. No sufrió
apenas.
A mi madre la sangre
le dio siempre también bastante
guerra.
Que nada..., como
suele decirse, en esta
puta vida
una pena se cura con otra
pena
y una herida se cierra
con otra herida.
(De Nada)
CUANTO más tarde sepas
que el fuego acaba en
humo.
Cuanto más tarde veas
que el humo es verdad
muerta.
Cuanto más tarde sientas
que la muerte está en
todo.
Cuanto más tarde admitas
que todo es nada
apenas...
Mejor...
Siempre será muy pronto.
Perder la fe es tan triste...
Como quedarse ciego y no esperar
la luz
por mucho
y más
y mucho que amanezca.
(De Nada)
TODA la vida hablando
del amor
y no conozco más que el humo
y la ceniza:
sus metáforas.
(De Nada)
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