4/1/07

(1.4)

La mañana iba pasando, tengo la sensación de haber vivido esto cientos de veces, de que los días se parecen unos a otros como gotas pero no de agua, de wysky Dyc de garrafón. Bajé andando hasta Pumarín, era un día soleado, de estos en los que apetece perderte en una playa o por un sendero de la Cordillera entre bosques y xanas . El despacho lo tengo acondicionado en una casa que heredó la familia paterna. Es una casa antigua con un ascensor Otis de los de toda la vida, en los que todavía tienes que preguntar a qué piso va para marcar el tuyo antes o después . Un ascensor en el que no caben conversaciones del tiempo porque está todo dicho ya. Me sigue trayendo recuerdos de la infancia, patria aún no perdida, cuando ibamos mis hermanos y mis primas a visitar a los güelos y nos preparaban una buena merienda para esperar con el estómago lleno un nuevo capítulo de V. De momento lo utilizo yo para salir adelante con esto pero en dos años lo venderemos para repartir el dinero. La puerta de seguridad es nueva, cambiada en los últimos años de vida de mi abuelo, desconfiado por la gentuza y la vejez que le picaba anunciándole la muerte todas las noches. En ella cuelga mi reluciente placa: Antonio Fernández Abogado- Detective Privado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡bueno eh!
esto está cayendo más en el relato costumbrista nostálgico que en la novela negra.
¡más género!
Tiros, palizas, mujeres faltales, apuestas en los caballos, soplones y güisqui/whisky/whiskey bien escrito.