(...)Poco antes de ocurrir había tenido mi primer caso. Fue un tanto ridículo pero me ayudó a conseguir una empresa mayor. Me llamaron un día inesperadamente nada más y nada menos que "los vega".Habían perdido un gato de angora de gran valor sentimental.Se les había extraviado durante una recepción que dieron en el chalét de Ciudad Naranco al que asistió parte de la Familia Real. Al parecer los nietos de la reina y otros de "los vega" estaban jugando con él. Lo estaban pintando y maquillando "de carnaval". El gato gordo y viejo ya había perdido tiempo atrás toda su fiereza y se dejaba manosear sin importarle ya nada como si fuera un peluche. Luego se lo llevaron a jugar un rato por la zona de la pista finlandesa y lo olvidaron. Pedrín había propuesto jugar una partida con la PSp y ensimismados dejaron al pobre y apático peluche a su suerte.
Cuando llegaron la familia se puso a buscarlo al completo utilizando incluso los mejores anteojos que tenían pero nada. Al día siguiente lo mismo. Barrieron al completo la zona pero lo mismo y fue cuando me llamaron.No querían dar un disgusto a la pobre tía que andaba mal de los nervios y amaba al animal como el marido que nunca tuvo.
Realmente no fue difícil encontrarlo. Pregunté dónde estaban jugando y busqué entre las zarzas y allí estaba.Escondido con algún corte y dormido como si quisiese olvidar y dejar que el tiempo pasase indefinidamente(...)
David Suárez, Suarón. Este texto forma parte de un antiguo proyecto mío de novela inacabado.
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