Los rastros de la más colosal
ciudad que el ser humano construyó en la antigüedad, siguen
presentes y cerrando los ojos puedes trasladarte fácilmente a
aquella época imperial. El esplendor y magnificencia de antaño,
creo que se reflejan en dos puntos de construcción moderna, el
Vaticano, cuna del poder papal y en el Palacio Venecia, símbolo
nacional italiano.
Las hordas de bárbaros actuales
somos los turistas alemanes, chinos, ingleses, rusos... y algún
asturianín capitalino que invadimos la ciudad para nuestro disfrute.
El poeta romano Décimo Magno Ausonio (310-h.393 d.C.) en su poema
De rosis nascentibus, escribe un poema sobre la fugacidad de la vida,
pero uno/a misma debe seguir reinventándose y vivir como una
rosa al que le crecen nuevos tallos.
Mas no importa: aunque inexorablemente deba la rosa rápida morir,
ella misma prolonga su vida con los nuevos brotes.
Estos brotes los hallaremos en la eternidad de Roma, seguro.
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