Se hace duro pensar que no volveremos a un concierto de Ilegales. No veremos más a Jorge sobre el escenario, lleno de energía, de furia y arrogancia. Se cierra con él una época.
Recuerdo aquel décimo aniversario en San Lázaro, cuando quiso invitarnos a unas cervezas a todos los presentes. Después, llegó el vigésimo en la Catedral, un testimonio mítico de la banda; y, casi sin quererlo, sin darnos cuenta, el treinta y hasta el cuarenta aniversario. El tiempo había pasado, inexorable, aunque nos negáramos a envejecer.
Jorge tuvo épocas de cierto olvido, pero la última etapa lo devolvió al lugar que siempre le perteneció: el de los mitos indiscutibles del rock en España.
Fue muchos locos muy cuerdos. Te lo podías encontrar por la noche, en el Diario, con esa cara de psiquiátrico, de querer agarrar el stick de hockey, porque “el norte está lleno de frío”. Y durante el día, como un señor elegante y culto. Macarras seremos siempre.
Su hermano Juan, de Los Ruidos, transmitió sus últimas palabras: “Quiero borrar esta parte de mi vida”, cuando ya se esfumaba toda posibilidad de curación.
Gracias por todo. Seguiremos escuchando su música inmortal. La enfermedad quedará en el olvido.
Ya sabe, señora…