25/1/07

Capítulo dos: Esta noche los gatos de mi callejón...

Las semanas siguientes fueron transcurriendo más monotonas aún si cabe. Tuve que resolver varios asuntos del despacho, un divorcio de un conocido de un conocido y una denuncia de un vecino amigo de mis amigos que denunció a la comunidad porque el capot de su coche apareció con una cagada humana un domingo por la mañana. Al parecer fue el hijo del propietario del inmueble del 7ºD quién lo hizo según confesó después, que volvía borracho de una despedida de soltero. El asunto se resolvió en favor de mi cliente y la comunidad tuvo que pagar daños y perjuicios.

10/1/07

1.5 estoy de gripe con fiebre que no me acaba de pasar.Por lo menos me dieron la baja pa 3 días.esto esá escrito con 37.5º

Abrí la puerta, había dejado las ventanas abiertas y una corriente me hizo estornudar de súbito. La casa está más o menos como la dejaron mis abuelos, quité varios cuadros y retratos y tiré algún que otro mueble viejo. Por la entrada se accede a la izquierda al salón que hace las veces de despacho. Allí tengo la mesa caoba donde mi abuelo leía y hacía sus asuntos de importancia. Instalé un ordenador con conexión a internet y un téléfono agenda. Tengo también una habitación acondicionada para sala de espera, con sofás, un revistero y una pequeña televisión. Al fondo de la casa está la habitación matrimonial dónde a veces duermo y me traigo algún que otro ligue y la enorme cocina comedor.
Revisé el teléfono y tenía una llamada...de mi madre.
-Soy Tonín, me llamaste.¿Qué quieres?
-Se me olvidó decirte que compres La nueva España de hoy, que sale el fascículo de la cocina asturiana.
-Bueno anda, vale.
-¿Ya lo hiciste todo?
-Sí, más o menos. Voy enseguida a comer.
-Bueno, hasta luego, no te retrases mucho.

4/1/07

(1.4)

La mañana iba pasando, tengo la sensación de haber vivido esto cientos de veces, de que los días se parecen unos a otros como gotas pero no de agua, de wysky Dyc de garrafón. Bajé andando hasta Pumarín, era un día soleado, de estos en los que apetece perderte en una playa o por un sendero de la Cordillera entre bosques y xanas . El despacho lo tengo acondicionado en una casa que heredó la familia paterna. Es una casa antigua con un ascensor Otis de los de toda la vida, en los que todavía tienes que preguntar a qué piso va para marcar el tuyo antes o después . Un ascensor en el que no caben conversaciones del tiempo porque está todo dicho ya. Me sigue trayendo recuerdos de la infancia, patria aún no perdida, cuando ibamos mis hermanos y mis primas a visitar a los güelos y nos preparaban una buena merienda para esperar con el estómago lleno un nuevo capítulo de V. De momento lo utilizo yo para salir adelante con esto pero en dos años lo venderemos para repartir el dinero. La puerta de seguridad es nueva, cambiada en los últimos años de vida de mi abuelo, desconfiado por la gentuza y la vejez que le picaba anunciándole la muerte todas las noches. En ella cuelga mi reluciente placa: Antonio Fernández Abogado- Detective Privado.